Consiste en la implementación de medidas dirigidas a reducir, minimizar o eliminar el impacto de la producción y/o funcionamiento de la empresa sobre el medio ambiente. Algunos ejemplos son la regulación interna del uso de energía o la compensación de las prácticas contaminantes a través de actividades como la siembra de árboles o la financiación de investigación relacionada.

Se trata de la adopción de políticas y lineamientos que blinden a la empresa de prácticas ilegales o poco éticas. Así, es posible implementar mejoras a través de buenas prácticas de gobierno corporativo y de políticas de relacionamiento con terceros que restrinjan las relaciones negociales con actores involucrados en prácticas cuestionables. Así, se mitiga el riesgo de ser parte de cadenas de suministro poco éticas, como puede ser la compra de tecnologías desarrolladas por personas en condición de esclavitud.

Además de contar con políticas y lineamientos internos que generen impactos positivos a los grupos de interés, las empresas también pueden aportar a su entorno y a la sociedad a través de donaciones a organizaciones filantrópicas o, incluso, mediante la creación de sus propias organizaciones dirigidas al bienestar social. Esto no se restringe a actividades relacionadas con su core de negocio, sino que, por el contrario, pueden generarse donaciones y organizaciones enfocadas en otros sectores, grupos o personas.

En línea con todo lo anterior, se trata de que la compañía tome todas sus decisiones teniendo en cuenta el impacto de ellas sobre los distintos grupos de interés. Así, las utilidades seguirán siendo un factor crucial, pero también lo serán el medio ambiente, la ética, los aportes filantrópicos y los demás elementos determinados por la compañía.